jueves, 23 de septiembre de 2010

DIARIO DE EL HOMBRE QUE OLVIDÓ SU NOMBRE Capítulo V: Ábreme

“Abreme” es tal vez la canción y la letra más balsámica y descarnada de este disco y todavía hoy se encarga de protegerme de mí mismo...

Volver a la ciudad suponía mucho más que un regreso. Implicaba encontrarse frente a frente con todo lo que me convirtió en El Hombre que olvidó su nombre. Durante dos años apartado, aislado, a salvo de mí mismo, o al menos de mi parte bipolar más oscura, había aprendido a reir para que mis demonios dejaran de reirse de mí; había aprendido a llorar para que el alma que me inunda no se llegara a estancar; a caer, y, con cada tropiezo, a ponerme en pie; aprendía a cerrar los puños cuando quisieron cambiar mis lemas por los suyos…

Pero ahora tenía que volver y luchar contra mi ego. Impedir que volviera a convertirme en su marioneta. Ser capaz de disfrutar sin miedo de la experiencia de grabar un cuarto disco. Bajo el entusiasmo, el temor se agazapaba; seguía latente; escondido; escondiéndome. Sabía que no era difícil que volviendo a la ciudad todo aquello que estuvo a punto de hacerme enloquecer sedujera de nuevo a mi temblorosa mente.

Las circunstancias no ayudaban. No solo volvíamos a la ciudad para grabar nuestro cuarto y, para nosotros, definitivo disco; esta vez contábamos con la dirección de un productor con más de treinta años de experiencia. Un tipo que lo sabía casi todo dentro de un estudio pero que inevitablemente supondría realizar un ejercicio de equilibrismo entre sus decisiones y las nuestras. El miedo a alejarnos de nosotros mismos convivía cada día con la energía que nos inspiraban sus grandes ideas.

Echando la vista atrás y con el resultado ya valorado es fácil ver lo importante que ha sido para nosotros cruzarnos en el camino con Nigel Walker; pero el 1 de febrero de 2010 empezó para mí el periodo más intenso y desafiante que he vivido desde la noche en que olvidé mi nombre…

Por suerte no volvía sólo. Además de tener al lado a Diego y a Raúl llevábamos un puñado de canciones que habían sido compuestas precisamente para protegernos en situaciones clave. “Abreme” es tal vez la canción y la letra más balsámica y descarnada de este disco y todavía hoy se encarga de protegerme de mí mismo...



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